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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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martes, 15 de julio de 2014

Israel: un Estado Occidental y Cristiano

opinión. Agora...a diario 15/07/2014



Maximiliano Basilio Cladakis

    La religión oficial del Estado de Israel no es el cristianismo, ni su ubicación geográfica se extiende sobre lo que suele ser denominado como región occidental del mundo. Sin embargo, el Estado de Israel es, así y todo, un Estado Occidental y Cristiano. Incluso, quizás, uno de los más radicalizados.

    “Occidental” y “Cristiano” no son, en términos políticos, conceptos que se corresponden a la religiosidad de un pueblo ni a su ubicación territorial. Es más, no sería exagerado decir que “Occidental” y “Cristiano” son configuraciones conceptuales que no tienen nada que ver con la religión ni con la geografía.   Lo “Occidental” y “Cristiano” debe, entonces, ser comprendido a partir de una lógica que trasvasa el ámbito de las creencias y de las territorializaciones.

   El Mundo Occidental y Cristiano es el Mundo Civilizado, más allá de si se trata de Estados que están al oriente o al occidente, o si sus religiones oficiales son el cristianismo, el judaísmo o el budismo. El polo central de  oposiciones partir del cual se configuran los ejes esenciales de las disputas en el plano internacional es, como hace siglos, el binomio “civilización-barbarie”.

    El ser civilizado es el ser occidental y cristiano, incluso cuando no se lo sea. Y viceversa, el ser bárbaro es el no ser ni occidental ni cristiano, aunque sí se lo sea. Venezuela, por ejemplo, se encuentra al occidente de Europa y su religión oficial es el cristianismo. Sin embargo, no se trata de un Estado civilizado, sino de una de las encarnaciones más extremas de la Barbarie (todo esto, vale aclarar, desde la perspectiva de la Civilización). No es, por lo tanto, un Estado ni “Occidental” ni “Cristiano”. Un ejemplo contrapuesto: la religión oficial de Japón no es el cristianismo, y se encuentra en el extremo oriente de Europa (aunque al occidente de América Latina, y, si entramos en detalles, debido a que la tierra es una esfera, también de Europa), sin embargo es un Estado civilizado, por lo tanto, forma parte del mundo “Occidental” y “Cristiano”.

   El argumento carece de toda lógica si comprendemos la lógica desde un plano formal, pero la lógica de, como bien la llama José Pablo Feinmann, la razón imperial es una lógica radicalmente distinta a la de las formalizaciones, y totalmente alejada de principios tales como el de “no-contradicción” ¿Qué es, entonces, la Civilización? A esta pregunta se podría dar respuestas múltiples y variadas. Sin embargo, resumiendo: la Civilización son las potencias mundiales y sus aliados.

   La lógica de la Civilización es, pues, la del imperialismo. “Nosotros somos los civilizados, por lo tanto, somos el Bien; los otros son los bárbaros, por lo tanto, son el Mal”. Este es el fondo de toda argumentación “pro-civilizatoria”, una simple máscara detrás de la cual no hay otro secreto más que el imperialismo: un Estado, un pueblo, una Nación, sojuzgando, masacrando y vejando a otro Estado, a otro pueblo, a otra Nación.

   Israel es, sin lugar a dudas, un Estado civilizado. Sojuzga, masacra y veja a poblaciones enteras. Sin embargo, el establishment internacional guarda silencio. Es lógico: Israel es la Civilización, por lo tanto es el Bien, sus enemigos son la Barbarie, por lo tanto son el Mal. Matar, violar, carbonizar criaturas recién nacidas no es un crimen si se trata de seres infrahumanos. Y, para el Estado Israelí, los palestinos, como todos los bárbaros, son seres infrahumanos. Ellos están en una Guerra Sagrada, no la llamarán Jihad pero es lo mismo, y en una Guerra Sagrada vale todo ya que el Bien lucha contra el Mal, y en esa lucha no hay mediaciones.

   El último ataque de Israel hacia la franja de Gaza lo deja bien en claro: 122 muertos, entre los que se contaban 22 niños, 15 mujeres y 12 ancianos. Sin embargo, no hay indignación ni condena hacia aquellas muertes, como tampoco las hay hacia las políticas de legalizar la tortura, de no dejar entrar ayuda humanitaria al territorio en conflicto, de lanzar fósforo blanco sobre poblaciones civiles, de querer lanzar una guerra nuclear sobre un país que no cuenta con armamento de ese tipo; etc.  

   En un artículo escrito por León Rotzichner, publicado hace unos años en Página 12, el escritor e intelectual señalaba una paradoja trágica: Israel, históricamente, había sido la víctima de las peores atrocidades cometidas por el Mundo Occidental y Cristiano durante siglos, atrocidades que culminarían en la Shoá, sin embargo hoy es el adalid y guardián de ese Mundo Occidental y Cristiano, y en su nombre comete contra los pueblos vecinos, los mismos crímenes que el Mundo Occidental y Cristiano cometió contra él.

     Lo dicho por Rotzichner continúa teniendo hoy una vigencia primordial. Cada acto del Estado de Israel lo afirma más como la vanguardia más radicalizada del Mundo Occidental y Cristiano, y, en cada crimen de Lesa Humanidad que perpetra se afirma más como partícipe de ese mismo mundo que eliminó a más de seis millones de judíos.




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