La caridad es humillante, porque se
ejerce verticalmente y desde arriba. La solidaridad es horizontal e implica
respeto mutuo (Eduardo Galeano)
Edgardo Pablo Bergna
Introducción
En los centros de salud puede verse una
población que podría dividirse en personal relacionado a la atención médica,
directa o indirecta (agentes), y a los que reciben dicha atención, también,
directa o indirectamente (pacientes). Un centro de salud es un mundo frecuentado
por personal capacitado y experto en atender, y entender, en todas sus
latitudes a la persona, en su fase física, psíquica y social, y personas que
padecen alguna enfermedad y sus allegados. El equipo de salud y el paciente, junto
a su núcleo de relaciones afectivas, se
vinculan en una relación asimétrica. Una relación impuesta institucionalmente a
partir del “discurso médico” vertical, dominante y paternalista.
Creemos que la enfermedad es un estado,
muchas veces, transitorio pero, en todo caso, nunca ontológico. Tener
conciencia de la primacía de la persona y no subordinar ésta a la enfermedad permitiría
tomar decisiones institucionales para que, quienes en “situación” de pacientes, formen
parte activa en una relación intersubjetiva y no la mera relación sujeto-objeto,
sin desmedro, por supuesto, de las habilidades propias de cada disciplina, p.ej. referirse a un paciente, por parte del
equipo de salud, como “el de la 231” o “el
diabético” es reducir la complejidad de una persona al número de la cama que
habita o a la enfermedad que padece. Nadie aceptaría un trato análogo en ningún
otro ámbito. Es imprescindible alertar
lo mucho del Ser que habita en la
palabra, y recordar que el término
griego logos puede traducirse como
palabra y también como razón.
El donante y su ámbito
Con todo, y en el universo donde interactúan personas
en situación de pacientes y sus allegados, con personas entrenadas para
atenderlos, aparece un nuevo actor: el donante de sangre no relacionado, en
adelante Dsnr. Una persona que decide concurrir
a un centro de salud, para que se le extraiga sangre y quede disponible para
uso transfusional,
según las necesidades de los enfermos, sin pertenecer necesariamente al grupo
de allegados, tampoco al equipo de salud. Tal personaje merece que nos
detengamos en un punto.
Como dijimos, el Dsnr, se acerca a una
institución del sistema de salud sin padecer una enfermedad, ni ser requerido
por quien la padece… tampoco forma parte del equipo tratante. El punto en el
que pedimos, nos detengamos un instante, está definido por dos preguntas, la
primera: el hospital, la clínica, el sanatorio ¿son el lugar apropiado para
recibir al Dsnr? No en nuestra opinión. Somos conscientes, además, del esfuerzo
puesto en la promoción de donantes
voluntarios y postas de extracción fuera del ámbito “hospitalario”, a nuestro entender, una forma de no asociar, dentro de lo posible,
el
acto de donar sangre con la enfermedad. La segunda pregunta: si la persona a la
que nos referimos decide que su sangre sea utilizada con fines terapéuticos ¿Por
qué hacemos hincapié en su carácter de no relacionado? Creemos en parte,
que se puede intentar una respuesta a este punto abordando la tarea de
desbrozar cualquier confusión sobre los términos “dar” y “donar” y los
adjetivos “solidario-comprometido”, “libre-voluntario” y “responsable”.
Del dar al donar
Hay
múltiples formas de dar algo, dependen del modo y la motivación de las
personas, donar es una de las maneras, veamos pues a que nos referimos.
Dar es “Poner alguien una cosa que tiene, en las manos de otro” y Donar: “Dar
alguien voluntariamente una cosa a otro o el derecho que tiene sobre
ella” si observamos estas dos definiciones tomadas del diccionario del uso del español de María Moliner, veremos que el
término “donar” lleva el concepto de “dar voluntariamente” en tanto el término “dar”
es más vasto y no explicita las condiciones. La palabra “donar”, en tanto, proviene
del latín y está compuesta por el término “don” (virtud) y “dar”. Entonces, sin
profundizar demasiado, podemos decir que “don-ar” (el guión es la d
elidida) es “dar virtuosamente” siempre que acordemos que tener el “don de dar”
es una virtud y aceptemos, que no siempre la acción de dar es virtuosa.
Subrayamos la condición de donante no
relacionado en tanto que nos interesa presentar a una persona cuya acción no
esté dirigida por la necesidad de inminente atención hacia un ser querido. La
importancia de presentar a un donante no relacionado es metodológica y responde
al hecho de que mientras más se induzca la donación en este sentido habrá menos
necesidad de someter al enfermo y su entorno a obligaciones tales como proveer
personas que den su sangre para salir del trance indeseado de una
enfermedad.
Y es teórica, el filosofo alemán Immanuel Kant presenta una antinomia irresoluble: plantea
que el hombre de la experiencia no es libre, el hombre que podemos pensar si. Con
esto Kant revela que, en el mundo de la experiencia, no hay libertad porque
todo obedece a causas. No estamos en todo de acuerdo con el filósofo alemán,
preferimos pensar con Jean Paul Sartre que el hombre está condenado a ser libre
y que todo lo que hace, lo hace en el mundo de la experiencia y cualquiera sea
su acción, será absolutamente libre, pues siempre está en condiciones de actuar
de otra manera. Este marco teórico se nos presenta más rico a la hora de pensar
en que la entidad de alguien que da
su sangre adquiere el status de donante
solo si lo hace libremente, es decir si se atiene a la definición antes
citada “Dar alguien voluntariamente una cosa…” y es como se perfila en donante
voluntario libre de coacciones del sistema de salud. Asumimos la
impertinencia de tomar los conceptos “libertad” y “voluntad” como si fueran
sinónimos en tanto que “voluntad” se podría definir como: Facultad con la que
se quiere o elige unas cosas y rechaza
otras; mientras que “libertad”: Facultad del hombre para elegir sus propias
acciones, de las que es absolutamente responsable. Esto nos habilita
para denotar un donante que en su carácter de libre es, por
definición, ineludiblemente responsable. Responsabilidad que lo puede
hacer actuar, incluso, contra su propio interés al poner cuidado y atención en
lo que hace respecto del otro.
Conclusión
El compromiso es trabajar activamente
frente a las demandas y necesidades del otro; ésta actitud, ésta manera de ver
al otro es lo que puede denominarse solidaridad.
Compromiso con el otro, en tanto otro, no
para conocerlo (registro cognitivo), según aclara el filosofo Emmanuel Lévinas,
sino porque el otro me afecta y me importa y exige que me encargue de él (registro
ético). Aún cuando sea una persona desconocida y se tenga la certeza de no
recibir de ella ni siquiera un gesto de gratitud.
El
compromiso, entonces, es con la condición de vulnerabilidad. Es un acto
subversivo ofrecer algo valioso, a condición que no se pueda comprar, en un
ambiente que suele confundir compromiso con compra-venta o paciente con
cliente. La acción de donar sangre se mantiene en un estadio ético y (no pasa con la donación de
órganos, ni de bienes) puede contribuir, como fenómeno, a una revolución
cultural: asumir como propia la necesidad ajena es contribuir la ampliación de
derechos aún de aquellos que no nos benefician directamente.
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