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realidad en blanco y negro...

Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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miércoles, 24 de octubre de 2012

Dos años

opinión. Agora...a diario 24/10/2012




Maximiliano Basilio Cladakis

   Se cumplen dos años desde la muerte de Néstor Kirchner. Se cumplen dos años desde ese acontecimiento trágico en donde lo individual se entrelazó con lo colectivo. La muerte golpeó a un individuo que era más que un individuo. Su partida, en aquella mañana extraña, inmóvil, aquella mañana del Censo Nacional, su partida absurda, tan absurda como toda muerte y que sólo encuentra justificación en los actos que realizó en vida aquél que partió, sacudió a un país, a un pueblo, a una Nación.

   La alegría de unos pocos contrastó con el dolor de los muchos. Afortunadamente los cultores de la muerte son los menos, los bocinazos y el champagne, las notas morbosas publicadas en la Tribuna de Doctrina a los pocos minutos del fallecimientos del ex Presidente, quedaron opacadas, convertidas en nada, frente a aquellas inmensas movilizaciones populares que fueron a rendir su homenaje a la mítica Plaza porteña. Jauretche decía que las multitudes no odian. Es verdad, ese 27 de octubre de 2010 quedó en evidencia que son las minorías, las elites, las que odian y que, cuando odian, odian hasta la muerte, e incluso más allá de ella.

   Las multitudes, por el contrario, se movilizaron para expresar su dolor, su agradecimiento y también algo más. “Gracias Néstor, fuerza Cristina”, fue la frase más acuñada en esas jornadas. Como dijimos, se expresó dolor y agradecimiento, pero también solidaridad. Solidaridad con aquella mujer que había perdido al compañero de su vida, pero también solidaridad con aquella mujer que continuaba al frente del Proyecto que aquél que había partido inició el 25 de mayo de 2003. Esa solidaridad era, a su vez, también un juramento: se juraba sostener el compromiso con aquello a lo que Néstor Kirchner había dedicado su vida. Una vez más, lo individual se entretejía con lo colectivo, quebrando las falsas antinomias impuestas por la lógica liberal.

   En esa fecha y mientras marchaba en una cola de más de doce horas para despedir los restos del Líder, quien escribe tuvo la que, tal vez, fue la única experiencia religiosa de su vida. Religiosa en el sentido profundo de la palabra. Una comunidad atravesada y unida por un mismo sentimiento, por un mismo dolor y por una misma causa: la inmanencia atravesada por una trascendencia que convertía a los individuos en “compañeros”, en donde lo ideológico, lo emotivo y lo simbólico quebraban los límites de las individualidades para convertirnos en un Pueblo. Todos nos sabíamos partícipes de algo más grande que nosotros mismos, de algo que nos trascendía como individuos. Néstor Kirchner era un símbolo de aquella trascendencia. Un hombre que se inmolaba a sí mismo en pos de una Patria más justa, más libre, más soberana.

   A dos años esa fecha, la partida de Néstor Kirchner, de nuestro Néstor, se historializa en el presente como compromiso político y ético. El dolor, agradecimiento y solidaridad, el propio juramento, se deben traducir en unidad y organización para continuar y consolidar el camino iniciado hace nueve años, para llevar a cabo una praxis efectiva que pueda realizar de manera plena todo lo que él proyectó.





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