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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Soberanía nacional y Derechos Humanos

opinión. Agora...a diario 21/09/2010

El discurso de la Presidenta en la ONU fue impecable.  Como es habitual en ella, sus palabras destilaron claridad, convicción y profundidad. De entre los temas que abordó (que fueron desde las políticas económicas propuestas por los organismos financieros transnacionales hasta la imperiosa necesidad de que el Estado palestino sea reconocido por las demás naciones) hay uno que nos interesa destacar: el reclamo por las Malvinas en una democracia donde los Derechos Humanos son una realidad tangible.







Maximiliano Basilio Cladakis

   

    Precisamente, en un momento de su discurso, la Presidenta aclaró que dicho reclamo estaba siendo llevado a cabo por una nación que se encuentra juzgando y encarcelando a los militares responsables de la dictadura más sangrienta de su historia. Esta “aclaración” no es una cuestión menor, sino que, por el contrario, se refiere a una dicotomía que ha atravesado a nuestra sociedad y que, necesariamente, debe ser superada. La dicotomía en cuestión radicaría en una suerte de antagonismo entre la “causa Malvinas” y la democracia.

   La base de esta aparente oposición se halla en la identificación de la causa Malvinas con la última dictadura cívico-militar. En efecto, uno de los lemas de la intelectualidad alfonsinista en los ´80 (lema discutido magistralmente por José Pablo Feinmann en una vieja columna de la revista Humor) decía “hay que desmalvinizar a la sociedad argentina”. “Desmalvinizar” era, pues, sinónimo de democratizar. No caben dudas de que no faltaban razones que justificaran la proclama. La Guerra de Malvinas había sido emprendida por los últimos estertores de una dictadura genocida, la cual, mediante las acciones bélicas y una jerga incendiariamente nacionalista intentaba mantenerse en el poder, a sabiendas de que sus días ya estaban contados. Por lo tanto, el dilema era claro ¿es posible defender una causa a partir de la cual esta dictadura llevo a cabo una guerra por la que intentó continuar en el poder? A esto, además, habría que agregar la forma en que se desarrolló la guerra: manipulación informativa, malos tratos a los soldados, el ocultamiento y silenciamiento hacia los veteranos, falta de equipamientos, la enorme cantidad de suicidios realizados por varios de los soldados tras el fin de la guerra, son algunos de los más terribles hechos que rodearon al conflicto bélico.

   La guerra de Malvinas fue una algo terrible, y los militares que ejecutaron el genocidio fueron responsables también de ella. Sin embargo, la causa Malvinas no puede ser reducida a esto. Por el contrario, se trata de una causa fundamental para la soberanía nacional, no sólo de la Argentina, sino de toda América Latina. El apoyo que los gobiernos de la región han manifestado al reclamo argentino en los últimos años, lo evidencian. La posesión de las islas por parte de Inglaterra se presenta, no sólo como una afrenta, sino como la posibilidad siempre latente de la expansión del colonialismo británico hacia otras zonas de América Latina.

   En este sentido, la identificación de la causa Malvinas con la dictadura guarda, además, el gran peligro de identificar, la cuestión nacional con la verborragia nacionalista de los procesos dictatoriales y genocidas. La reducción de lo nacional a lo dictatorial, a lo militar, a lo fascista, no sólo es un error de tipo teórico, sino que lleva in nuce el riesgo de una no-resistencia frente a los avances coloniales de las potencias, y no sólo en el sentido bélico, sino también político y económico. En este aspecto, hay que recalcar que la jerga nacionalista empleada durante la última dictadura tenía como correlato la entrega explícita del patrimonio nacional y la destrucción del aparato productivo argentino (la publicidad de la silla argentina que se rompe es una prueba patente de lo dicho). Incluso, aún hoy, varios sectores de la derecha argentina, emplean una jerga similar (se ve en algunos discursos de los dirigentes de la SRA y de la CRA). Se trata del nacionalismo oligárquico, el cual no hace otra cosa que identificar los intereses nacionales con los de las  clases dominantes autóctonas, los cuales siempre están en concordancia con los de las grandes potencias.

   Sin embargo, existe también el nacionalismo popular. Al contrario del nacionalismo oligárquico, el nacionalismo popular identifica los intereses de la nación con los de los sectores populares. Pueblo y Nación se entrelazan, entonces, en una dialéctica en la que uno se refiere inevitablemente al otro. La inclusión social, la reindustrialización del país y el consiguiente aumento del empleo y de los salarios, la movilidad social ascendente, la ampliación de derechos, la defensa de lo público, el rol activo del Estado en la economía, son pilares básicos del nacionalismo popular, entre los cuales, se encuentra, además, el que tal vez sea el más importante de ellos: la democracia.

   La soberanía nacional y el reclamo por Malvinas deben ser, por lo tanto, pensados a partir de este marco. El kirchnerismo es una expresión cabal de ello, ya que el reclamo por las Islas ocurre al mismo tiempo en que los genocidas son juzgados y encarcelados. Precisamente, la reivindicación de la verdadera dimensión de la causa Malvinas no podría haberse llevado a cabo sin las políticas de Derechos Humanos. Es decir, para que el reclamo por las Malvinas se presente realmente como una causa del nacionalismo popular es absolutamente necesario que los Videla, Astiz, Menéndez, se encuentren condenados por los crímenes que han cometido.




   
  
  
   

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