Ágoraa diario la arena política

realidad en blanco y negro...

Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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martes, 6 de septiembre de 2011

De las PASO a José C. Paz y Vuelta…

opinión. Agora...a diario 6/09/2011



Claudio Peralta


No fue (para propios, extraños y para todos) la sorprendente perforación del cincuenta por ciento de votos destinados a la Presidenta lo que señaló la diferencia abismal que hoy caracteriza al sistema político de nuestro país. Tres meses exactos antes de las PASO, se produce en la política local un salto cualitativo de proporciones que aún no son posibles de dimensionar en todas sus consecuencias, pero de las que los principales actores, entre los que hay que incluir a los medios, empezaron a acusar recibo después de las PASO. Hay que tratar de leer por detrás del dramatismo de las palabras de una mujer para comprender lo que se propone.

En efecto, hay un antes y un después de aquel discurso presidencial del día 12 de Mayo en José C. Paz que puede permitirnos contextualizar y hallar un sentido en el resultado de las PASO. Un discurso en el que se pone en cuestión la metodología de la política en una sociedad plural que decide abocarse a construirse solidariamente como una sociedad de iguales; de iguales ante la ley, de iguales ante las posibilidades y oportunidades sociales que, además y para completar el círculo de la palabra con plena significación, está respaldada por una inequívoca cadena de acciones de gestión de gobierno desde el 2003 para acá. Una igualdad que, igualmente, puede prestarse a equívocos semánticos que la superficialidad y la banalidad periodística, como instrumento de la intencionalidad política manifiesta de las corporaciones de negocios —mediáticas o de otra índole—, puede desvirtuar para convertirlo en un principio político que evidenciaría una presunta disposición hegemónica autoritaria del partido de gobierno. Nada más enajenado.

Es esto lo que desconcierta a los medios, con su «relato» hecho pedazos debajo del «aluvión» de votos y a la oposición política hoy reducida a una expresión patética, salvo algunas excepciones que no son posibles de encuadrar en lo que se ha dado en llamar «vieja política». A los radicales como al peronismo «renegado» en las nostalgias noventosas de la adopciónaggiornante de los postulados del Consenso de Washington, por ejemplo, no les preocupa tanto el «riesgo institucional» que presuntamente para ellos implica la masividad de la voluntad popular que democrática y libremente se vuelca a una opción que, mediante un constante accionar de gobierno, le ha abierto las puertas al futuro, sino que lo que está amenazado para ellos más bien son los privilegios de un «conjunto de familias» que se apoderaron de esos partidos para conformar un nicho político en posiciones institucionales que, dada la pérdida de representatividad social, han devenido, por esos mismos motivos, en el mascarón de proa de intereses corporativos hasta el grado de una total identificación en esos mismos intereses.

Han devenido en una «corporación política» que es contradictoria con la posibilidad de un nuevo pacto para el juego democrático que la sociedad parece venir construyendo sin pausas desde el 2003 a través del modo en que se ha manifestado en las urnas, con la novedad de que ahora determina por medio de las PASO las personalidades y partidos que son del interés de esa voluntad popular para que participen en el juego democrático. Así se explica el buen desempeño de algunos candidatos y partidos con incipiente desarrollo territorial nacional en las primarias, más allá de que podamos o no coincidir ideológica o políticamente con ellos. Expresiones políticas a las que vale la pena prestar atención de cara al futuro porque quizá por aquí termine de configurarse el sistema de partidos que hasta el 2003 había devenido en una burda «partidocracia» —término que debe emplearse con cuidado porque ha sido bastardeado ideológicamente pero que da cuenta de un aspecto de nuestro sistema político que estalló por los aires en 2001— y que explica aquel resonante «que se vayan todos». En esto, por otra parte, reside el valor positivo de las PASO en orden a la calidad del sistema institucional ya que se presenta como la herramienta para que sea la misma sociedad la que determine qué opciones cree como las mejores para competir en la contienda democrática para regir políticamente al país, ya sea en la gestión ejecutiva de gobierno o en la oposición. Que la voluntad popular por sí misma, sin mediaciones, sea capaz de determinar las características del propio sistema político no es otra cosa que un grado mayor de democracia. ¿Pero la incidencia directa de las masas en la configuración del propio sistema político, no implica un «riesgo institucional» si se quiere? Claro que implica un riesgo, pero acá deberá tallar la virtud de los partidos por medio de la claridad de sus mensajes y, sobre todo, su trabajo militante. No hemos visto que nadie señalara esta particularidad positiva de las primarias; por el contrario más bien se las minimizó a grados extremos, precisamente por quienes hoy no son más que resabios de esa «partidocracia».

La misma sociedad, pues, ha sido la que democráticamente ha trazado un límite infranqueable entre «el pasado» y «el presente y el futuro», entre la «vieja política» y la «nueva política», apenas incipiente al día de hoy, algo en lo que la presidenta parece querer comprometerse, ya desde su asunción en 2007, para llevar a cabo hasta donde sea posible en su gobierno tal como lo reafirmara en José C. Paz. Esto explica las abultadas diferencias numéricas del 14 de Agosto porque fue la manera que tuvieron los sectores populares de expresar precisamente ese límite y dejar afuera —o reducir a expresión mínima— a quienes fueron responsables directos o indirectos de gestiones de gobierno vergonzosas o abiertamente representativas de intereses particulares que socavan el bienestar general y la democracia para reducirlos a sólo un juego cínico y formal de alternancia entre oficialismos y oposiciones plenamente coincidentes en su carácter ideológico o en la defensa de intereses que por lo general no son los del conjunto de la sociedad por meras «cuestiones de negocios».

Incluso se puede decir más. Concediendo alguna legitimidad a esos dichos, la percepción de que quedando esos sectores políticos con escasas o nulas posibilidades de acceder al gobierno en el juego democrático estaríamos ante un «riesgo institucional» (en virtud de la presunta vocación hegemónica del partido de gobierno) no es otra cosa que la realidad de un sistema político en pleno proceso de transformación que hoy presenta un partido dominante, el de gobierno —apoyado en una intensa gestión de gobierno cuyos efectos benéficos atravesaron a todas las clases sociales—, pero que, a la vez, presenta aún muchos vacíos que, es de esperar, el mismo proceso político irá configurando con nuevas opciones opositoras pero sin lugar para aquellas viejas expresiones que no tendrán otro recurso que ir en minoría tras las opciones que la voluntad popular ha legitimado con su voto, particularmente a nivel local. En este sentido parece señalar el indicador de los 38 puntos de diferencia entre el FpV y los restantes partidos o las aparentes contrariedades electorales entre las elecciones locales —Santa Fe, Capital— y las PASO.

Ese día de Mayo quedó trazada también la línea que divide el perfil de un candidato a presidente que tiene vocación de representar y gobernar atendiendo a todos los intereses de una sociedad plural de los que no, como condición para jugarse la Presidenta a su reelección en Octubre. El pretexto fueron las antiquísimas prácticas sindicales en relación al poder y a las instituciones que por lo general seguían juegos de esquemas de «suma cero». En efecto, este aspecto es medular porque esa «vieja política» a la que aludíamos también actuaba en esos esquemas.

La política atraviesa todos los aspectos de la vida social y su objeto no son intereses particulares sino los generales o, por lo menos, el equilibrio inestable de multiplicidad de intereses particulares en aras de los más generales. Si en los noventa dominaron el horizonte de la demanda social las organizaciones sociales de desocupados o carentes de medios de vida, tales como tierra o vivienda, desde el 2003 y de manera creciente ese horizonte pasó a estar dominado por las organizaciones sindicales, pero con la dificultad de que sus prácticas y comportamientos aún arrastraban —y arrastran— esas características del pasado. Esto, además de probar que el gobierno no fue neutral en relación a los trabajadores y sus condiciones de trabajo, es razón suficiente para sostener que en la posibilidad de realización de un proyecto nacional y popular juega un papel fundamental el hecho de que los legítimos intereses particulares y las prácticas de las organizaciones sindicales deben supeditarse a los intereses más generales de la comunidad, promocionados activamente desde la «política arquitectónica» de la gestión gubernativa, y que se desvirtúa el sentido y la dignidad de la militancia gremial cuando las organizaciones sindicales y su poder son herramientas de definición política por fuera del marco partidario o haciendo eje especulativo en genuinas demandas que la concertación social puede resolver. Así como es cierto que las entidades gremiales no pueden ser nunca neutras ideológica o políticamente, también lo es el hecho de que para el «cursus honorum» de la política están los partidos políticos y es allí donde los dirigentes gremiales y sociales, con la enorme representatividad social que llevan consigo y con una capacidad que en muchos casos es envidiable, quedan habilitados también para las responsabilidades que el país deposita en sus instituciones, tienen la posibilidad de plantear su vocación política.

Vistas así las cosas, pues, y en la medida que lo dicho hasta aquí es una particular visión o interpretación coyuntural de los hechos que se vienen sucediendo desde 2009, no resulta nada insignificante y no es una mera postura acorde al momento, el pedido de humildad y de abocarse al trabajo de gestión y militancia lanzado por la presidenta después de conocerse los resultados provisorios de las PASO. Es mucho lo que está en juego.





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