Ágoraa diario la arena política

realidad en blanco y negro...

Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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martes, 17 de mayo de 2011

Una breve reflexión tras la lectura de Zonceras argentinas y otras yerbas

opinión. Agora...a diario 17/05/2011




Maximiliano Basilio Cladakis

    Quien escribe tiene treinta y un años. Es decir, sus primeros y vagos recuerdos políticos se retrotraen a un alfonsinismo en decadencia que prácticamente ya había claudicado todas las banderas de su primera hora. Era el ocaso de ese proyecto progresista-socialdemócrata lleno de claroscuros (en donde el más que loable Juicio a las Juntas convivía con la nefasta “Teoría de los Dos Demonios”) que alumbró las postrimerías de la última dictadura cívico-militar. Luego llegó la segunda década infame. Precisamente, es durante este periodo que el cronista comenzó a formar su conciencia política.  Dicha conciencia, como la de tantos otros de la misma generación, se conformó en oposición al horizonte político, cultural y simbólico representado por el menemismo. Porque el neoliberalismo instaurado por el menemismo, no era, ni es, solamente un modelo económico sino que es una comprensión totalizadora del mundo, una weltanschauung, en donde lo económico converge no sólo con lo político sino también con una multiplicidad de símbolos que atraviesan los sentidos más profundos de la experiencia humana.

    Quienes vimos crecer nuestro interés por la política en aquellos años, fuimos conformando, por lo tanto, un discurso en marcada contraposición con el del “oficialismo” vigente. Nuestros referentes mayores, herederos de grandes sueños y epopeyas, eran tambien los herederos de las derrotas más terribles. Eran la “oposición” y nosotros también lo éramos. Teníamos un pasado que no conocimos, lleno de grandes quimeras, luego asesinado por las dictaduras pero también traicionado por democracias consustancilizadas con el poder económico. En ese pasado habitaban personajes que se nos aparecían como mitos irrecuperables, tradiciones perdidas para siempre. En las bocas de varios de nuestros referentes los nombre de Perón y de Evita emergían como símbolos de aquel pasado de dignificación, de justicia, de anhelos profundos de un mundo más igualitario. Sin embargo, esos mismos nombres resonaban en las voces de quienes entregaron al Pueblo a las vertiginosas fauces del mercado, de quienes proclamaban y realizaban la libertad del zorro libre entre gallinas igual de libres. En ese presente, sólo teniamos a Cuba, una especie de Edén a la distancia, un sitio sobre el que proyectabamos nuestras imposibilidades, el único ejemplo que poseíamos para colocar como contraejemplo de lo que pasaba acá, de lo que se había convertido una Argentina que no lográbamos sentir como nuestra.

   En varios artículos dijimos que la irrupción del kirchnerismo trastocó esta situación. En efecto, el 25 de mayo de 2003 representó el inicio de un nuevo periodo histórico en nuestro país. Desde su histórico discurso de asunción presidencial, Néstor Kirchner lo dejó bien en claro. Muchos lo vimos al principio con cierto escepticismo. Temíamos que se tratará de un bluf, de un espejismo, de un discurso sin un correlato real, palabras exentas de un contenido concreto. Sin embargo, vinieron la renovación de la Corte Suprema, la derogación de las Leyes de la Impunidad, el cuadro de Videla siendo descolgado, el rechazo al ALCA. Es decir, Néstor Kirchner fue realizando todo aquello que nosotros y nuestros referentes reclamábamos durante años. Fue un arduo trabajo salir del escepticismo y de la desconfianza, comprender que tanto uno como la otra también podrían ser elementos que conformaran una visión conservadora; algunos, lamentablemente, no pudieron hacerlo, y sus lemas, en los ´90 progresistas y populares, se solidificaron hoy en herramientas útiles a los poderes fácticos que creían combatir.  En este sentido, tal vez podría decirse que la desconfianza y el escepticismo, hayan sido algunas de las más terribles heridas que esa generación, nuestra generación, haya recibido.

    Así y todo, el proceso de consolidación del Proyecto Kirchnerista continuó instaurando un camino que, gradualmente, se iba haciendo más claro. Ese camino fue interpelando a diversas generaciones que veían en él la posibilidad de concretar sus anhelos colectivos más deseados. De pronto, tanto los jóvenes de los ´70, como los de los ´80 y de los ´90, como también obviamente los jóvenes de este siglo que recién tiene una década, nos fuimos dando cuenta de que la voz de nuestros gobernantes decían lo mismo que las nuestras. El Gobierno Nacional tenía los mismos reclamos, los mismos deseos, los mismos símbolos, y, también hay que decirlo, los mismos enemigos que nosotros. El Gobierno Nacional nos representaba, y no, solamente, desde el marco de la legitimidad republicana-institucional, sino también desde lo ideológico, desde lo discursivo, desde lo simbólico y desde lo cultural.

    En este sentido, la lectura de las Zonceras argentinas y otras yerbas de Aníbal Fernández no hace otra cosa que confirmar lo dicho. Al leer el texto quien escribe se  identificó plenamente con la forma en que el actual Jefe de Gabinete develaba los prejuicios y falacias que se esconden tras algunas de las premisas que constituyen el sentido común hegemónico de varias capas de la sociedad argentina. Sin embargo, este dato no se retrotrae a la mera mención de una experiencia subjetiva-individual, sino que, por el contrario, lo hace a una identificación de un sujeto-colectivo que, en un texto escrito por un alto funcionario del Gobierno Nacional ve su propio pensamiento. Se trata de un fenómeno impensable años atrás: palabras, gestos e ideas generan una íntima representación entre los “políticos” (palabra maldita en los ´90) y los “ciudadanos de a pie”, convergiendo en una dinámica que hace que esta diferencia (“políticos” y “ciudadanos de a pie”) sea más bien formal que real.

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