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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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miércoles, 2 de marzo de 2011

Una Casa de Gobierno independiente de las corporaciones

opinión. Agora...a diario 02/03/2011


Maximiliano Basilio Cladakis


    La lucidez y claridad conceptual de Cristina Fernández es indudable. Sin embargo a veces sobrepasa los niveles habituales. “Reclamar soberania a catorce mil kilómetros de distancia es colonialismo”, sostuvo, palabras más, palabras menos, en un  acto conmemorativo de la Guerra de Malvinas, realizando una definición que el más preclaro de los intelectuales envidiaría. La sentencia pronunciada ayer en la reapertura del Congreso  acerca de que uno de los logros más importantes del proyecto iniciado en 2003 ha sido que “la Casa de Gobierno no la manejan más las corporaciones” estuvo a esas alturas.

   La sentencia tiene que ver con una cuestión central: la función que tendrá el Estado según cual sea el proyecto político que configure la realidad nacional. En efecto, el kirchnerismo irrumpió en la historia argentina quebrando con la lógica neoliberal. Las políticas llevadas a cabo desde el 2003 hasta la fecha son la antítesis de las realizadas tanto durante el menemato como durante el gobierno de Alianza. A los indultos, a las leyes de flexibilización laboral y a la privatización  de los fondos jubilatorios, sólo por citar algunos ejemplos, el kirchnerismo les enfrentó medidas diametralmente opuestas. Las políticas antagónicas se enmarcan, pues, en proyectos igual de antagónicos. En uno y otro, el Estado tiene también una función diferente.  

   Es muy común escuchar hablar del Estado neoliberal como un Estado débil o pequeño en oposición  al Estado “fuerte” o “interventor” de los modelos populistas o sociales. Sin embargo, esta oposición no es precisa. La diferencia entre una y otra forma de Estado no radica ni en la fortaleza ni en la debilidad, ni en la “presencia” ni en la “ausencia”. El Estado neoliberal no es un Estado ausente en sentido general; sino que sólo es ausente en lo concerniente a  las políticas que benefician a los sectores vulnerables de la población. Por el contrario, es un Estado que se halla bien presente cuando se trata de garantizar la rentabilidad de las corporaciones, tanto desde el ámbito jurídico como desde el represivo. Recordemos sino, a modo de simple ejemplo, que los edictos policiales y el consiguiente fortalecimiento de la figura represiva del Estado fue una política implementada por un gobierno que sostenía que había que “achicar el Estado para agrandar la Nación”. La diferencia radica, por lo tanto, en que el Estado del proyecto neoliberal es un Estado prefigurado para realizar políticas que sirvan a los intereses de las corporaciones económicas, mientras que el Estado de los proyectos populares o progresistas tiene como fundamento velar por el bien común, lo que implica la defensa de los intereses de los sectores vulnerables y la implementación de límites al poder económico.

   Se trata, en última instancia, de, como dijo la Presidenta, que a la Casa de Gobierno la manejen las corporaciones o no; es decir, se trata de que el aparato del Estado tenga como objetivo defender los intereses de unos pocos o, por el contrario, los de todos nosotros.



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