Edgardo Pablo Bergna
Maximiliano Basilio Cladakis
Sartre, citando a Malraux, decía que la muerte trocaba la vida en Destino. Hoy, Néstor Kirchner, se convirtió en Destino. Y este Destino se presenta como una serie de actos que transformaron la Historia de nuestra Patria. No hace falta mencionarlos, van desde la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, hasta la lucha por la integración de los pueblos latinoamericanos.
Néstor Kirchner se transformó en su obra. Y su obra no fue otra que la dignificación de la Argentina, que la lucha contra la ignominia, que la lucha contra la impunidad, que la lucha contra el sometimiento a intereses corporativos que azotaron por décadas a nuestro Pueblo.
Néstor Kirchner dejó todo por su obra. Hoy pasó a formar parte del panteón de los grandes héroes de nuestra Historia. Sacrificó su salud, y por lo tanto su vida, por esta obra. Su compromiso fue total. Tras la última operación a que fuera sometido, a los dos días volvió a la carga. Y no se detuvo un minuto. Luchó en todos los frentes y abrió otros nuevos. A diferencia de tantos líderes y dirigentes, muertos en el silencio o en la ignominia, a diferencia de tantos que, aún vivos, se arrastran entre las sombras, buscando las migajas del verdadero poder y que bajaron sus banderas apenas levantadas (si es que en algún momento tuvieron alguna bandera que levantar), Néstor Kirchner murió luchando, manteniendo bien en alto las banderas de la Justicia y la Dignidad. Es decir, Néstor Kirchner murió como muchos querríamos hacerlo.
Néstor Kirchner se transformó en Destino, y ese Destino debe de ser nuestro Destino. Todos aquellos que creemos en una Patria más justa y libre, debemos continuar su obra, actualizar con cada acto nuestro su Destino.
Néstor Kirchner sigue, pues, vivo en nosotros.
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